sábado, 18 de agosto de 2012

Todo por un vaso de café

Antes que nada, cabe mencionar que soy adicta a la cafeína y me bebo una buena parte de mis quincenas en vasitos de cartón. Ahora que lo pienso, me deprime un poco pensar que gasto más en café que en alcohol, pero bueh.

Hace un par de días fui por mi brebaje matutino (triple venti vainilla latte) a mi Starbucks de confianza, soy fan, pero FAN  del café de la sirenita y me pongo de malas cuando me veo obligada a tomar café de otro establecimiento.

Haciendo honor a la verdad, hay que decir que la calidad del café de Starbucks NO es la deseable por el precio de ese medio litro de líquido, uno paga por el servicio. Darse baños de pureza justificando el exagerado costo al decir que es por el producto es una tontería, admitámoslo, vamos por la "experiencia Starbucks" y eso fue justamente lo que me alteró los nervios ese día.

En resumidas cuentas: me tocó cajero nuevo, me cobró mal, se hizo bolas y perdí como 20 minutos parada frente a la caja, todo esto podría ser relativamente justificable, la bronca es que terminó regañándome el susodicho cajero dándome a entender que era mi culpa SU error… Really?!

Lo admito, ese día andaba de malas y más volátil que un polvorín, me sacaron de mis casillas y puse una queja, sin esperanza de recibir respuesta, en tuopinion@starbucks.com.mx, pero voilà en menos de una hora me contestaron y más tarde me llamó la subgerente de la sucursal para platicar del asunto… ¡¿quiubo?!

Creo firmemente que como consumidor no sólo es mi derecho, también es mi obligación exigir lo mejor de las marcas de mi preferencia, a veces olvidamos que estamos pagando por un producto o servicio, ¡no nos están regalando nada!

En México no hay cultura del consumidor, siempre andamos rezongando de lo que compramos pero jamás nos damos el tiempo de poner una queja o llamar el numerito de servicio a clientes que traen en la parte de atrás casi todos los productos. No esta mal exigir por lo que estamos pagando, tal vez no nos hagan caso pero al menos yo me quedo con la tranquilidad de que no quedó en mí.

En el caso específico de Starbucks, una parte esencial de su filosofía es la satisfacción del cliente. Sin afán de darme ínfulas de grandeza he de decir que un “disculpe usted”, me saca una sonrisa y me da ganas de regresar a mi sucursal consentida. ¡Bien ahí!

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