Hace un par de días fui por mi brebaje matutino (triple
venti vainilla latte) a mi Starbucks
de confianza, soy fan, pero FAN del café
de la sirenita y me pongo de malas cuando me veo obligada a tomar café de otro
establecimiento.
Haciendo honor a la verdad, hay que decir que la calidad del
café de Starbucks NO es la deseable por el precio de ese medio litro de
líquido, uno paga por el servicio. Darse baños de pureza justificando el
exagerado costo al decir que es por el producto es una tontería, admitámoslo,
vamos por la "experiencia Starbucks" y eso fue justamente lo que me alteró los
nervios ese día.
En resumidas cuentas: me tocó cajero nuevo, me cobró mal, se
hizo bolas y perdí como 20 minutos parada frente a la caja, todo esto podría
ser relativamente justificable, la bronca es que terminó regañándome el
susodicho cajero dándome a entender que era mi culpa SU error… Really?!
Lo admito, ese día andaba de malas y más volátil que un
polvorín, me sacaron de mis casillas y puse una queja, sin esperanza de recibir
respuesta, en tuopinion@starbucks.com.mx,
pero voilà en menos de una hora me
contestaron y más tarde me llamó la subgerente de la sucursal para platicar del
asunto… ¡¿quiubo?!
Creo firmemente que como consumidor no sólo es mi derecho,
también es mi obligación exigir lo mejor de las marcas de mi preferencia, a
veces olvidamos que estamos pagando por un producto o servicio, ¡no nos están
regalando nada!
En México no hay cultura del consumidor, siempre andamos
rezongando de lo que compramos pero jamás nos damos el tiempo de poner una
queja o llamar el numerito de servicio a clientes que traen en la parte de
atrás casi todos los productos. No esta mal exigir por lo que estamos pagando,
tal vez no nos hagan caso pero al menos yo me quedo con la tranquilidad de que no quedó
en mí.
En el caso específico de Starbucks, una parte esencial de su
filosofía es la satisfacción del cliente. Sin afán de darme ínfulas
de grandeza he de decir que un “disculpe usted”, me saca una sonrisa y me da
ganas de regresar a mi sucursal consentida. ¡Bien ahí!
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