martes, 11 de septiembre de 2012

Como cuando te dan una patada en los huevos…

Alguna vez en mis ya muy lejanos años de estudiante universitaria llegué a clase con cólicos menstruales, pero no cualquier molestia o dolorcito, ¡NO!, eran unos espasmos de esos que te hacen pedirle al de junto que por favor te dispare y acabe con tu sufrimiento por puritita piedad. Mientras me retorcía en mi banca maldiciendo el par de Buscapinas que no me habían hecho ni cosquillas, un buen amigo  de esas épocas me miró divertido y dijo: “que gusto me da ser hombre chingá”. En medio de mi agonía no dije nada, sólo atiné a hacer una seña obscena.

Un par de días después, ya sin dolor y con la cabeza fría sin el ataque hormonal, platiqué con él sobre este comentario. Mi amigo me confesó que no tenía ni la más pálida idea de qué era lo que sentíamos en “esos” días y me preguntó a calzón quitado sino era puro drama y ganas de tirarnos al piso, “¿a poco si duele tanto?”. Yo comencé diciendo que todas las mujeres somos distintas y que afortunadamente no todos los meses quieres darte un balazo, a veces inclusive pasa desapercibida; también mencioné los distintos umbrales de dolor, delirios hipocondriacos y ya no sé ni qué más. Tras unos quince minutos de intentar describir cómo se sienten los terroríficos cólicos, espasmos, inflamación y molestia generalizada él seguía con cara de what?

En algún punto de la plática mencioné un dolor en la boca del estómago, él abrió los ojos con un atisbo de entendimiento y dijo algo que nunca acabé de asimilar: “¡ah!, como cuando te dan una patada en los huevos”…  O_o (inserte aquí sonido de grillos)

Por más que nos esforzamos en describirnos el dolor del otro la verdad es que no entendimos nada, creo que hasta acabamos más confundidos. Me ha tocado ver llorar (literal) a más un hombre por un golpe en sus “partes nobles”, he escuchado comentarios que indican que es un dolor persistente que además deja una molestia e incomodidad que puede permanecer días enteros y te hace hablar como niña de seis años. Una vez en la secundaria vi a un profesor de educación física flexionarle las piernas una y otra vez a un compañero que no se podía levantar del piso después de un percance en un partido de futbol, el niño lloraba desconsolado y estaba más rojo que una granada, creo que todos nos preocupamos.

Los hombres dicen que las mujeres somos imposibles de entender, las mujeres decimos lo mismo de los hombres y es que hay cosas que no puedes dimensionar porque nunca lo has experimentado.
 
 
Este fue un episodio más de: "Misterios sin resolver de la vida diaria"
 

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