miércoles, 25 de enero de 2012

No es un encendedor, es mi Zippo

Yo nunca he logrado ser confianzuda como para andar pidiendo favores a personas con las que no me llevo en la oficina, mucho menos pedir cosas prestadas, me siento francamente incómoda y me incomoda de igual manera que me las pidan.

Hoy se acercó a mi lugar una chica con la que apenas si me hablo y dijo lo siguiente:

– ¿Fumas?
– Errrrrr… sí, ¿por qué?
– Ah que bien, entonces ¿me prestas tu encendedor?
– Chin, déjame ver si traigo (comienzo a buscar en mi bolsa)
– ¿Y ese que tienes en tu escritorio?
(¿Tons cómo pa’ qué me pregunto si fumaba en primer lugar?)
– Ese es mi Zippo, y no, ese no lo presto
– Pero…
– No
(Sigo buscando en mi bolsa y encuentro un Bic)
– Aquí tienes
– Pero…
– Aquí tienes
– Mmmmm gracias
– De nada


Mi Zippo significa mucho para mí, la idea de prestarlo me desagrada tanto como la idea de prestar mi desodorante, y disculpe las molestias que eso le ocasiona.

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