La semana pasada fui acorralada en el asiento del micro por
una fanática religiosa que comenzó su cháchara con un: “¿Sabías que Dios te
ama?”, tras mi primer reacción de levantar la ceja, ella comenzó a hablar de
Dios, de toda su magnificencia y gloria, de cuanto ama a la humanidad para
mandar a su hijo para morir por nosotros, bla, bla, bla, lo básico.
He de confesar que creo que existe un Dios, o muchos, no lo
sé y no me quita el sueño, creo que negar su existencia es negar posibilidades
en este multiverso prácticamente infinito. Además, es interesante pensar que
existe algo más grande que uno mismo, omnipresente y que se entretiene
viéndonos como a una granja de hormigas o tal vez ignorándonos por completo y
zarandeándonos de vez en cuando pa’ saber si seguimos vivos.
Si Dios existe no creo que le importe si uno come tacos al
pastor en vigilia o si pertenece a tal o cuál creencia o afiliación política…
errrr, religiosa. El concepto de Dios existe como bastón moral para la
humanidad, para hacernos sentir mejor en momentos de dicha o tristeza extrema.
Además soy partidaria de una filosofía tan simple como decir: yo respeto tu
fanatismo, tú respeta mi cinismo.
En general soy una buena persona (o eso digo yo) y prefiero
regirme por mis propios valores morales y más que nada por mi desgastado y
añejo concepto de honor (más info aquí).
La experiencia fue interesante, ella hablaba y yo sólo hacía
acotaciones sobre lo que decía, creo que esperaba más de mí cuando me
preguntaba: “¿qué piensas de lo que te acabo de decir?”, yo le contestaba cosas
como: “¿tú que piensas del libre albedrío?” y ella sólo ponía cara de verdadera
confusión. La plática con la susodicha predicadora concluyó como empezó, justo
en el momento en que volvió a preguntarme: “¿Entonces si sabes que Dios te ama?” A esas
alturas no pude evitar contestar: “¡Yo lo sé! Caray y es que ¿cómo no
hacerlo?” Ella sólo se paro del asiento y me dijo: “piensa lo que quieras” y se
retiró indignada, creo que se cambio de lugar o se bajó… no lo sé.
Y sí, es que siempre terminó pensando lo que se me da la gana.
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