Compañera A: ¡hola Anita!
Yo: hola A, ¿cómo te va?A: bien, oye, ¿dónde comiste? No te vimos en el comedor
Yo: ah, comí aquí en el cocinita, rápido para sacar unos pendientes
A: … pero… ¿sola?
Yo: errrrrr, sí, ¿por?
A: ay Anita no comas sola, eso es bien feo
Yo: ¿feo? ¿por?
A: no tienes con quien platicar, ¿no te aburres?
Yo: pues no, en realidad no, me llevo bastante bien conmigo misma
A: … ¿?
Yo: provechito A *sigue trabajando*
En las oficinas “godinez” la hora de la comida es todo un
ritual, ya sea en mesas que parecen convenciones Tupperware o en los
amados/odiados comedores corporativos las pláticas giran en torno a la
telenovela de TV Azteca de ayer, el
problema gastrointestinal del marido, el perro del vecino o hablar mal de los
jefes (clasicazo).
No me malentiendan, no espero conversaciones donde se debata sobre paz mundial, política internacional o filosofía sobre el sentido de la vida (también que hueva) pero tampoco me gusta comer escuchando baladas de Luis Miguel en el celular de alguien de fondo.
En mi oficina comemos todos mezclados, finanzas,
mercadotecnia, arquitectos, abogados y a veces hasta la recepcionista, creo que
podríamos al menos buscar algo más de que hablar que del festival del día de
las madres del hijo de fulanita por millonésima vez… ¿o no?
Soy una pinche amargada…
… y una forever alone
Yo por eso tambien como solo en mi cubiculo, no soporto el ruido que hace la gente con sus platicas en el comedor del corporativo.
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