viernes, 31 de mayo de 2013

Ir o no ir al gym esa es la cuestión

Últimamente varios amigos y conocidos comenzaron a ir al gimnasio, quesque para llevar una vida “más sana” y me invitan y vuelven a invitar a unirme a la moda fitness, porque sí, creo que es más pose que otra cosa, pero bueh.

Las anécdotas diarias del gym siempre, o casi siempre, mencionan a un entrenador o individuo que les hace la plática y con el que se encuentran “casualmente” y que se ve luego luego que les “anda aventando el calzón”. Ya en serio, ¿van al gimnasio a hacer ejercicio o a “tirar rostro”?

Relacionado con el ejemplo anterior: gastan fuertes cantidades en ropa deportiva de marca porque “¿cómo van a ir con las garras que tienen al gimnasio?”, no entiendo por qué tanta pose, toda la ropa va a acabar igual de sudorosa. Sumemos lo que gastan en maletas para transportar su ropa porque cómo llevar una simple mochila, pulseras que no saben qué hacen, relojes deportivos de marca, más ropa porque todos los días debe ser un modelito distinto, etcétera, etcétera, etcétera… el horror.

Van al gym a hacer ejercicio a las 5 o 6 de la mañana porque quieren estar sanos y fuertes y arrancar su día “con toda la actitud” pero se van con el estómago vacío y su desayuno post-rutina es un cigarro… really? Sume a lo anterior los cigarritos del día (sueltos claro, porque si compran la cajetilla se la acaban) ¿y luego se preguntan por qué andan escupiendo el hígado en la caminadora?

Yo iba al gimnasio en la universidad, tenía tiempo libre, energía de sobra y lo más importante: el uso de las instalaciones del gimnasio de la FES Acatlán eran prácticamente gratuitas. En aquellosh tiemposh *cof, cof, cof* hice aeróbics, rutinas de cardio, spinning y cuanta barbaridad se me ocurrió, me divertí bastante. Me siento afortunada por descubrir que el ejercicio me gustaba pero que no sentía ninguna obligación de asistir, nunca me preocupó si bajaba de peso y asistía a mis clases con una botella de litro y medio de Levité de limón en los tiempos en que revelaron que esa botellita tenía más calorías que un tamal, mis compañeritas se escandalizaban de verme tomar eso.

Confieso que en más de una ocasión me he planteado regresar al gimnasio por ocio, por salud, porque hay uno cruzando la calle de mi casa, no lo sé, el caso es que aún no lo hago. Tal vez, y sólo tal vez cuando cumpla los treinta me de cuenta de que la vida no es para beber cerveza, comer lo que uno quiera, dormir como lirón y así, tal vez entonces me de cuenta que mi actitud hedonista no corresponde a mi edad… o tal vez no.

Por lo pronto me siento tranquila porque afortundamente siempre he estado a gusto con mi cuerpo, porque aún puedo corretear a un par de chaparros en el parque sin escupir los pulmones, porque dejé de fumar hace ya casi un año y se siente muy bien y porque trato de disfrutar mi vida un día a la vez.

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