Las anécdotas
diarias del gym siempre, o casi siempre, mencionan a un entrenador o individuo
que les hace la plática y con el que se encuentran “casualmente” y que se ve
luego luego que les “anda aventando el calzón”. Ya en serio, ¿van al gimnasio a
hacer ejercicio o a “tirar rostro”?
Relacionado con el ejemplo anterior: gastan fuertes cantidades en ropa deportiva de marca porque “¿cómo van a ir con las garras que tienen al gimnasio?”, no entiendo por qué tanta pose, toda la ropa va a acabar igual de sudorosa. Sumemos lo que gastan en maletas para transportar su ropa porque cómo llevar una simple mochila, pulseras que no saben qué hacen, relojes deportivos de marca, más ropa porque todos los días debe ser un modelito distinto, etcétera, etcétera, etcétera… el horror.
Van al gym a
hacer ejercicio a las 5 o 6 de la mañana porque quieren estar sanos y fuertes y
arrancar su día “con toda la actitud” pero se van con el estómago vacío y su
desayuno post-rutina es un cigarro… really?
Sume a lo anterior los cigarritos
del día (sueltos claro, porque si compran la cajetilla se la acaban) ¿y luego
se preguntan por qué andan escupiendo el hígado en la caminadora?
Yo iba al
gimnasio en la universidad, tenía tiempo libre, energía de sobra y lo más
importante: el uso de las instalaciones del gimnasio de la FES Acatlán eran
prácticamente gratuitas. En aquellosh tiemposh *cof, cof, cof* hice aeróbics,
rutinas de cardio, spinning y cuanta barbaridad se me ocurrió, me divertí
bastante. Me siento afortunada por descubrir que el ejercicio me gustaba pero
que no sentía ninguna obligación de asistir, nunca me preocupó si bajaba de
peso y asistía a mis clases con una botella de litro y medio de Levité de limón
en los tiempos en que revelaron que esa botellita tenía más calorías que un
tamal, mis compañeritas se escandalizaban de verme tomar eso.
Confieso que
en más de una ocasión me he planteado regresar al gimnasio por ocio, por salud,
porque hay uno cruzando la calle de mi casa, no lo sé, el caso es que aún no lo
hago. Tal vez, y sólo tal vez cuando cumpla los treinta me de cuenta de que la
vida no es para beber cerveza, comer lo que uno quiera, dormir como lirón y
así, tal vez entonces me de cuenta que mi actitud hedonista no corresponde a mi
edad… o tal vez no.
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