Cuando era una niña pequeña (léase menos de 8 años)creía que el amor era como en las películas de Disney, que el príncipe hasta en caballo iba a llegar a mí y como me la pasaba de la greña con mi madre la asociaba con la bruja mala del cuento. En otras palabras, en esa etapa para mí el amor lo era todo en la vida y es la fuerza mágica más poderosa del universo (sí, así de ñoño).
Por ahí de los 10 años me di cuenta de que existían los niños (como concepto pues) y eran todo menos príncipes, en realidad eran unos escuincles que se andaban comiendo los mocos y muchos ni conocían los caballos. ¡Oh triste realidad! Entonces dejé de ver a los chamacos de mi edad y comencé a fantasear con muchachillos más grandes, los compañeros de mi hermano por ejemplo (que me lleva 8 años) ¡A tan guapos ellos!... bueno la verdad no, pero en ese momento no me ponía exigente, nomás quería una imagen pa’ desvariar.
Llegué a la secundaria y tuve más novios y no-novios que amigas, sin embargo, ahí no buscaba alguien con quien pasar mi vida, construir un familia ni un príncipe azul siquiera, la verdad nomás era para echar desmadre, pasar el rato, divertirme y tan tan. Mucho cariño, harto afecto y besos, puro chispazo pues.
Creo que cuando pasé a la prepa o la universidad (no me queda claro en qué punto exactamente) comencé a proyectar mi vida “adulta”, qué quería, con quién, planes a mediano y largo plazo, bla, bla, bla. Tuve una relación de casi one años en la que tenía ya diseñado todo un plan de vida pero pues no funcionó (wua, wua, wua…) fail.
Ahora que ando echando novio con Necro la verdad es que me he dado cuenta de que muchas cosas han cambiado. Cuando sales con alguien en la prepa o la universidad no tienes dos pinches pesos en la bolsa, eres un estudiante y como tal un pobre jodido. Si trabajas medio tiempo, andas siempre ocupado y con sueño, aunque puedas juntar tus pesitos no tienes ni energía para gastarlo. Crueles ironías de la vida.
Cuando tienes una relación de “adulto contemporáneo”, léase cuasi treintañero con trabajo “estable” y una vida más o menos o totalmente independiente la cosa sí que se pone buena. Sales al cine sin tener que esperar los miércoles donde siempre hay un mundo de gente, compras detalles que ya pueden ser más que una paleta o un globo y pasas a DVDs favoritos, discos, buenos libros o cosas ridículamente caras pero que se ven bien chidas ¿a poco no? Te vas de fin de semana de vez en cuando, cenas en restaurantillos coquetos, etcétera, etcétera. Al mismo tiempo, la verdad es que ya no tienes la energía para andarte trasnochando diario, o para beber hasta caer al piso o andar haciendo “locuras”, y de repente te das cuentas de que a veces te duele la espalda de manera “misteriosa e enexplicable”, es más, comienzas a entrar al mood de la huevita dominguera donde sólo quieres quedarte echado empiernado todo el día viendo películas y pedir una pizza pa’ comer.
Casi sin darte cuenta comienzas a hacer planes, a pensar en cosas como: elección de muebles y vajillas, vacaciones en la playa, largas listas de supermercado, pósters en la sala, recetas de cocina, pagos de renta y hasta… ¿hijos?
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